Acto de amor: palabras para Oceransky 2018

 In Reflexión Crítica

Acto de amor: palabras para Oceransky 2018

 

                                                                                                   Alegría Martínez

 

 

Recuerdo haber llegado por casualidad, en 1977, aproximadamente,  a un pequeño teatro que estaba a una calle de la Glorieta del metro  Insurgentes, donde hoy se encuentra una tienda Waldos.

Sin saber quién era el director, ni el autor, compré un boleto para ver Acto de amor, con el miedo de que se tratara de un montaje pornográfico, a ese nivel estaba mi ignorancia, sin embargo, algo en mi interior me decía que debía entrar.

El montaje resultó insólito, Abraham Oceransky llevó al teatro Patriotismo de Yukio Mishima y le puso el título de Acto de amor. Actuaban Luisa Muriel y Horacio Salinas, aunque en la Página de la Fundación Japón dice que actuaba Lorenzo de Rodas.

Han pasado muchos años ya de esa revelación. Ese director, que me era entonces desconocido, transmitió a través de acciones, movimientos y silencios, el amor, la pasión, la belleza, la tragedia y el honor que detonaron el fin de la vida del teniente Takenagua Shinji y de su esposa, Reiko, plenos ante la decisión de morir dignamente.

Los personajes estaban ahí, vivos, hermosos, relucientes, a unos metros del espectador, preparando el último acto de su existencia, no había trucos, era un suceso en progresión, algo que nunca había visto.

 

Me fue revelado cómo es que sobre un escenario se puede hacer un acto envuelto en dolor y belleza.

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Oceransky, el maestro

 

Diez años más tarde, una vez terminada la carrera de teatro en la UNAM, con la clara sensación de no saber a dónde ir, ni qué hacer, supe que Abraham Oceransky daba clases para actores en su Teatro T, cerca de Parque Lira, hasta donde llegué.

Me encontré con un maestro excepcional. Alguien que lejos de  intimidar a sus alumnos, era una persona cercana a ellos. Un maestro con quien se podía hablar sin necesidad de implementar un lenguaje de súbdito, de vasallo, de subordinado.

La maternidad me impidió terminar el curso, pero gracias a los breves días que tuve la fortuna de ser su alumna, supe que el camino del teatro es abierto.

Acostumbrados a tener muy clara la infinidad de asuntos para los que no servimos los alumnos de teatro, llegar al Teatro T, fue un oasis, porque ahí el maestro Oceransky buscaba profundamente, hasta encontrar en cada uno, esa virtud, esa capacidad que nos permitiríaavanzar.

Oceransky, el maestro, conduce a sus alumnos a encontrar lo que sí tienen, en vez de exigirles lo que no son capaces de dar. Ese aprendizaje, ha sido clave, una valiosa guía desde entonces y para siempre, aún desde abajo del escenario.

En alguna de las distintas entrevistas que me ha concedido, Abraham dijo, que cuando no se ha validado a las personas desde pequeñas, tienen dificultades para  expresarse artísticamente.

 

 

 

 

 

“Nunca le pido a un actor aquello que no puede hacer” es uno de sus principios.

“¿Cómo podemos saber de la humanidad si no nos entendemos nosotros mismos? Se ha cuestionado, y como muy pocos directores, se  ha dedicado a encontrar los múltiples caminos que hay para poder entendernos.

Oceransky ha comentado que como maestro, busca abrir en los alumnos formas de percepción que les permitan percibir y comprender el mundo, no solo verlo superficialmente, sino aprender a mirar el interior, el contenido, la esencia, la síntesis de cada cosa.

Los alumnos más avanzados de Abraham, que siguieron en el Teatro T, poco antes de que llegara a su fin ese espacio en Tacubaya, -que estuvo abierto de 1976 a 1986,  estrenaron ¿Duele Marat? P.D. Sade de Peter Weiss, que conservaba las virtudes de Acto de amor, pero reforzadas y hacia distintas rutas, ante la incógnita sobre la revolución social y la humana, dentro de un manicomio que en los inmensos muros del Teatro T, parecían abrir las interrogantes, hacer eco sangriento de una pugna a la que no se le veía final.  

La filosofía de vida de Abraham, su generosidad como maestro, ha abierto desde hace décadas, la posibilidad de crecimiento artístico y humano en sus alumnos.

 

Mishima y un joven gran actor

 

En 1993, Oceransky estrenó la obra Mishima en el Foro Shakespeare, donde pude constatar que la rebelión, el amor, la virilidad, la muerte y el teatro, se amalgamaron en una poesía de los sentidos.

Escrita por Oceransky y Susana Robles, la obra, ubicó a Mishima sobre un escenario donde se ensayaba su propia obra de la que era protagonista.  La acción apoyada en silenciosos y estéticos cuadros, no solo planteaba la esencia sobre la infancia, el homosexualismo y el ideal patriótico del personaje, sino que mostraba la diversidad de los  hilos de contradicción interna, que envolvieron la vida del escritor japonés.

El montaje de Mishima, implicó también el hallazgo del actor Alejandro Reyes, quien aunque participó en el montaje de ¿Duele Marat?,cuando encarnó a Mishima, hizo una luminosa creación del personaje, al que dotó de la mano de su director, de una complejidad y una riqueza interior pocas veces vistas sobre el escenario. Alejandro, que seguramente celebra desde donde se encuentre, este homenaje a su maestro y director, fue un actor excepcional, creador de escenas crudas, irónicas, sensuales, dolorosamente bellas.

 

Oceransky, creador de espacios alternativos

Abraham es un artista que ha dicho: “solo necesito un espacio de 20 por 5 metros y algo de pintura para hace un teatro.

Su incansable labor, como hemos sido testigos muchos de los aquí presentes, nos ha legado el Teatro El galeón, que desde 1970 sigue en incesante actividad.

Después de haber erigido su Teatro T en la ciudad de Mexico (1976-1986) el Teatro T en Xalapa en 1989, de haber hecho y entregado el proyecto del Teatro Bicentenario para Xalapa, que el Municipio de la ciudad no concluyó, erigió en 2009, el Teatro La libertad que resiste los embates de la burocracia y la ignorancia.

El trabajo hecho por Oceransky desde la década de los 60, es un ejemplo de todo lo que se puede hacer a favor el teatro, al margen de las instituciones y la sociedad.

Como dramaturgo, adaptador, director escenógrafo, músico, es uno de los pocos artistas capaces de allegarse de todos los elementos necesarios para lograr el objetivo de su puesta en escena. Abraham no depende de un funcionario, ni de diseñadores para llegar a un estreno y sin embargo consigue que todo su equipo se disponga a hacer todo lo necesario, junto con él, que lo mismo arregla un trasto, que cambia un reflector, para seguir adelante con cada montaje.Abraham es como él lo dice, un director holístico.

A diferencia de otros directores que hacen sonar su voz, Oceransky abre la oportunidad de escuchar lo que a él  le dicen las personas, los espacios, los objetos, los textos, los autores; de todo lo que él recibe, que pasa por su personal filosofía, afianzada a la inmensidad de elementos contenidos por realidad y poesía,  surge su teatro, el edificio y la puesta en escena, que cada vez tiene algo irrenunciablepara quien lo recibe.

 

Oceransky director y dramaturgo

 

“Cuando los actores salen de una escuela, -dice Abraham-, suponen que su registro es igual al de cualquier actor del mundo, sin embargo eso no es cierto, porque cada actor es totalmente diferente a otra persona, pero nos han enseñado a repetir, a ser intérpretes de una pequeña onda de longitud sonora,   por lo que se mantienen en una sola tesitura, en una forma de expresión y no saben que hay muchas otras posibilidades.”

Atento a lo que más le conviene al actor, para la energía de su cuerpo, para decir el texto, por ejemplo, Oceranzky adapta o modifica la dramaturgia porque, afirma: “el alma humana  tiene variaciones. Previo al montaje hago un proceso de ajuste porque voy entendiendo de qué nota a qué nota  el registro de ese actor resiste el tema de modo que él no tenga dificultad para sonar en la amplitud que necesita  hacerlo”.      

“Trabajo sobre diferentes formas de expresión y el actor va comprendiendo que tiene muchos campos  para experimentar y expresar. Yo trato de que los impulsos, la emoción, la psique, vayan produciendo en el cuerpo micro movimientos que provocan imágenes, sonidos, palabras. Entonces el actor puede decir el texto como si vinieran de él esas palabras.”  

 

Frente a los obstáculos

No hay mejor mentira que la verdad, dice Abraham. Y explica: “Cuando vuelves real algo, deja de ser un impedimento para la mente y entonces el cuerpo del actor busca su auto vivencia, su autoprotección, sabe, por ejemplo, cómo caer, entonces la llave para abrir esa puerta, consiste en cómo enseñarle al cerebro, así sea el más miedoso, a no tener miedo a las acciones que el actor decide hacer”.

 

Hablar de la labor escénica y humana que hace Oceransky, es en realidad una tarea gozosa y extensa, que sin embargo debe estar acotada para cada participante en esta mesa, a la que me siento honrada de haber sido invitada, por lo que sólo me resta decir, por ahora, que agradezco cotidianamente le fortuna de haber contado con Abraham como maestro, de ser feliz testigo de sus puestas en escena, de sus hazañas a favor del teatro y que cada una de sus acciones para fortalecer esta disciplina artística que hoy nos reúne en este teatro, constituyen en realidad Un acto de amor.

Gracias 

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