Al final de su vida, Casanova, el célebre aventurero y seductor, se recluye en el castillo del conde de Waldstein en algún lugar de Bohemia, hoy República Checa. Le ha llegado el tiempo de los adioses y se encierra en una biblioteca trece horas diarias a escribir historia de mi vida, su famoso libro de memorias. “Yo fui Casanova, el hombre más amado sobre la tierra”, escribe este viejo seducido aún por la variedad del mundo, la memoria del inmenso placer que de él extrajo, el incesante juego del amor y el deseo que en él practicó.
Ya viejo, desapacible, tras haberse cerrado todas las puertas, lejos de las mujeres, sombra irreparable de su propia lozanía, se refugia en el trabajo como sucedáneo de la experiencia, y solo en la nulidad del placer, en el tedio, saturado de enojo como un mastín desdentado, se entrega al recuento de su vida: para recordar sin ribetes filosóficos, sin disimulo ni decoraciones poéticas, una vida apasionada, arriesgada, desenfrenada, divertida, banal, obscena, descarada, lúbrica y siempre sorprendente.

Notas críticas