Víctor Weinstock a propósito de Albee
Jugar a ser otros
Reed Albee, padre adoptivo del dramaturgo estadunidenseEdward Franklin Albee III, era miembro de una familia deexitosos empresarios de vodevil. El abuelo del dramaturgo, Edward Franklin Albee II, reinaba sobre un extenso circuito de teatros y espectáculos en los Estados Unidos. Su madre adoptiva, Frances Loring “Frankie” Cotter Albee, fue una alta y hermosa mujer inclinada a frivolidades sociales y placeres vanos. No es difícil imaginar la teatralidad en la relación de pareja entre Reed y Frankie. Y Albee es un dramaturgo que germina sus personajes en las tierras fértiles de su vivero íntimo. De acuerdo a Anne Paolucci, Albee escribe “de adentro hacia afuera.” De ahí que florezcan actos de vodevil en sus piezas. Los personajes de sus obras son el fruto de este ejercicio íntimo: acostumbran a jugar a ser otrospara no enfrentarse a sí mismos, entran naturalmente a un juego de roles para comunicarse unos con otros de formas descarnadas y penetrantes, bajo la seguridad de una ilusión, una frivolidad.
En ¿Quién teme a Virginia Woolf? los viejos lobos del mar académico, George y Martha, representan las partes más oscuras y jugosas de su historia en la sala de su casa ante Nick y Honey, un par de ingenuos espectadores invitados a una noche de juegos y exorcismos. Estos no pueden saber, sino apenas adivinar hacia el final del drama, junto con losespectadores en la sala, de qué realmente trata el juego de aquellos. Y la única forma de escapar de este juego cruel es romper las reglas, dejar de representarse a sí mismos, dejar de construir personajes y atreverse a vivir sin ilusiones, sin máscaras. Aún al borde de la destrucción total, declarada la guerra de aniquilación, George y Martha son capaces de representar otro acto de vodevil frente a sus jóvenes víctimas.
Incluso en La cabra o ¿Quién es Sylvia? Martin hace lo posible por confesar a su esposa su recién descubierto gusto por el bestialismo, justo al principio del drama, a través de una pequeña escena que el mismo dramaturgo describe como una mala imitación de la teatralidad de Nöel Coward, es decir, un vodevil que aspira a lo sofisticado. Sin embargo, este otro matrimonio, a diferencia de George y Martha, no acostumbra a desgarrarse. Así como los actores en el proceso de montaje de QTWV suelen preguntarse por qué sigue unida la vieja pareja y qué tan unidos saldrán los jóvenes, en LCQS la pregunta obligada es por qué una pareja de amantes perfectos de repente se derrumba. Sea como sea, ninguno de los personajes de estas obras magistrales escapa a la teatralidad albeegórica.
Podemos encontrar ejemplos de esta teatralidad dentro del teatro en prácticamente todas las obras de Albee, si no es que en el canon completo. Ya desde su primera obra, La historia del zoológico, Jerry representa su desastrosa biografía en pleno Central Park para Peter. Y con toda grandilocuencia anuncia a media obra “LA HISTORIA DE JERRY Y EL PERRO” para enseguida representarse a sí mismo ante su único espectador cautivo, con tal destreza que debe hipnotizarlo, de acuerdo a las acotaciones del autor. Casi cincuenta años después de escrita, Albee agrega una precuela y titula a la obra completa como En casa en el zoo. Y al final del primer acto, Peter y Ann representan para sí mismos la animalidad que podría salvar su matrimonio del fastidio. Asimismo, al final del primer acto de Marina, los viejos Nancy y Charlie, otra pareja a la que sorprendemos al borde del aburrimiento, se ve en la necesidad de representarse como bestias sumisas ante la amenaza de un par de lagartijas marinas que han decidido evolucionar. La familia disfuncional que conocemos en Sueño americano es una parodia de la familia adoptiva de Albee. Su abuela materna Cotter siempre fue su mejor aliada, como lo es del chico perfecto que llega a la casa como un producto de catálogo. Reed y Frances ocultaron a Edward Albee la muerte de la querida abuela en parte para que él no se presentara al entierro. La misma familia disfuncional representa en Caja de arena el entierro de la abuela desechable. En Diminuta Alicia incluso aparece en el escenario, en la sala de la viuda rica, la maqueta de esa misma casa en la que se mueve ella misma. Puede ser que su confundido huésped, Julian, secretario del Cardenal e intermediario entre su fortuna y la Iglesia, acabe siendo una pequeña representación de sí mismo en dicha maqueta, junto a la diminuta Alicia. Contando las maneras es un descarado espectáculo de vodevil que cuenta las maneras en que se enamora y se desenamora una pareja. La vieja pareja de La obra del bebé enreda a la joven pareja con una abrumadora sátira de sus deseos para robar su bebé real y enseñarle a la mala que la vida sin heridas no es vida. Los ejemplos de la teatralidad albeegórica sobran: algunas veces la obra enteraes un vodevil, otras obras son pletóricas en destellos teatrales tan sutiles como reveladores. Los personajes de Albee suelen ser actores amateurs, diletantes entre la realidad y la ilusión, buenos o malos intérpretes de su drama mundano.
En estos juegos de roles nuestro dramaturgo del adentro hacia afuera explora, obra tras obra, distintas iteraciones de su drama personal. No por nada jugar a ser otros es de hecho una técnica psicoterapéutica en la que los participantes simulan una situación de la vida diaria. Cada miembro del grupo se representa a sí mismo en una situación concreta. Cada quien se vuelve consciente de su actuación en la realidad, en el drama cotidiano, y de los conflictos que naturalmente resultan del encuentro entre dos o más actores, como personajes de teatro en el escenario de la vida. El distanciamiento brechtiano de uno mismo paradójicamente detiene juicios y prejuicios para facilitar la cercanía con los otros, y por ende la empatía entre los participantes. Si extrapolamos la experiencia liberadora potencial de la psicoterapia al escenario de la teatralidad albeegórica, es posible entender la dimensión de la purga que padecen George y Martha al final de QTVW, así como de la única potencial salvación de la familia Gray en LCQS: imaginar, como quisiera la esposa y madre perfecta que fuera posible, que nada de su último día fuera cierto, que siguen siendo esafamilia típicamente grandiosa que de inmediato extraña el hijo raro y gay.
Víctor Weinstock