Los insensatos

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Texto y dirección
David Olguín
Reparto
Rodrigo Espinoza
José Concepción Macías
Humberto Solórzano Cordero
Ramón Barragán
Luis Mora
Rodolfo Guerrero
Maricela Peñalosa
Raúl Espinoza
Escenografía e iluminación
Gabriel Pascal
Vestuario
Sergio Ruiz
Diseño sonoro
Rodrigo Espinoza
Asistente de dirección y traspunte
Alberto Daniel Victoria
Diseño gráfico
Pablo Moya
Asistente de escenografía y producción
Marián Mancilla
Combate escénico
Bruno Castillo
Fotografía
Patricia Ortiz
Realización de escenografía
Alberto Orozco
Realización de vestuario
Alberto Limón y Lidia Ruíz
Asistente de vestuario
Gustavo Linares
Producción ejecutiva
El Milagro
Planta técnica
Miguel Angel Páez, Arturo González Frías y Celso Martínez Flores
Sinopsis

El 2 de septiembre de 1910, Porfirio Díaz, estadista de una nación que requería de “orden y progreso”, encarga a su hijo el diseño y construcción de un moderno hospital para alienados en la Ciudad de México. Así nació, hace cien años, como parte de la celebración de nuestro primer centenario de vida independiente, La Castañeda, el famoso manicomio que habría de reunir a hombres y mujeres de los Hospitales para “inocentes” de San Hipólito y de Jesús.
“¿Qué país es éste?”, preguntan los insensatos. “¿Qué le pasó?” Y desde su barca miran cómo nos llevaron al baile: insania colectiva a ritmo de folía. En esta Castañeda de la imaginación hay historia y mito, invocaciones clásicas, el naufragio de una utopía y el encuentro del insensato con el “depravado” y el hereje revelando, así, “la posibilidad perpetua de la sinrazón”. Sólo en la verdad de las mentiras, la historia puede pulsar la cuerda rota del presente. “¿Qué nos pasó?” No hay país para la fiesta a 200 años de su fundación. Ante un horizonte tan desolador, los insensatos de esta obra lúdica y desgarradora, cómica y terrible, sólo pueden invocar las palabras de Hamlet, el loco isabelino: “acción es la palabra”.
La arquitectura del manicomio describe los contornos de un país donde la folía, el contrapunto y la catástrofe parecen cotidianas. De esta manera, el Centenario de la Revolución Mexicana y el Bicentenario se juntan y se proyectan a futuro en esta exploración de los laberintos de la mente pública y privada a partir de los enredos de un recluso, un “inocente”, un inadaptado, un orate contumaz, bocafloja y rebelde, un incendiario que alborotará el gallinero, un actor, a fin de cuentas, un enervado que no soporta el país en el que le ha tocado nacer y que carga con una historia trágica, personal y colectiva. Éste es el punto de partida de un viaje interior y político. Los laberintos inexplicables de la mente construyen un laberinto aún mayor, el de un México que no encuentra salida.

Notas críticas

El antiguo y ya desaparecido manicomio de La Castañeda, cuando fue inaugurado por Porfirio Díaz, en 1910, es el elegido por David Olguín, como marco de desarrollo de su obra “Los insensatos”, que el próximo 28 de noviembre, culminará una exitosa temporada. Él mismo es el encargado de dirigir un montaje que apuesta por el minimalismo, en la corporalidad de sus
actores, con una escenografía e iluminación, diseñadas ambas por Gabriel Pascal, su habitual colaborador. Uno de los elementos centrales será una tina antigua, que en un momento dado se convertirá en la “nave de los locos”.
Esta obra se inscribe en la fórmula de teatro dentro del teatro, que también conoce y maneja Olguín, en un texto que se construye a base de fragmentos,
insertando varias referencias culteranas, el manicomio se convierte en un microcosmos de la sociedad mexicana y queda demostrada la gran verdad que
encierra a frase popular de que “locura es cordura”. Los actores con gran eficiencia interpretan a una serie de lunáticos estrambóticos, que se
encuentran en un estado exaltado de furia, donde el pez grande se come al pez chico. Lo mismo aparece el actor frustrado (Rodrigo Espinoza) quien aun no se repone del suicidio de su amada (Maricela Peñalosa), quien una y otra vez se le aparecerá a lo largo del desarrollo de la obra como presencia fantasmal.
O Septiembre, un personaje homosexual entrañable caracterizado con gracia y soltura por el experimentado Ramón Barragán. Mientras que Macabrillo es interpretado con fuerza expresiva por Rodolfo Guerrero, en tanto Humberto Solórzano ha vida a un tinterillo que por meterse en la rebelión, termina relegado o exiliado entre los locos.
Ellos son tan sólo algunos de los personajes emblemáticos de “Los insensatos” una obra que destaca por su ironía caústica y corrosiva. Es una crónica del cómo una sociedad maltrata a los indeseables. La sabiduría y la irreverencia se combinan en este festín teatral, con un espléndido segundo acto que resume la podredumbre de las miserias humanas, la gran orfandad existencial que permea nuestros tiempos. Por Perla Schwartz

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