2015 Homenaje a Germán Castillo
Biografía mínima:
Originario de la ciudad de México, egresado de la escuela de arte teatral del INBA, Germán Castillo ha declinado el brillo de las candilejas para desarrollarse a través del teatro universitario. Responsable de la formación de cientos de actores que hoy arrancan aplausos, también ha impartido clases en el CUT y en la Facultad de Filosofía y Letras. Miembro del Sistema Nacional de Creadores (1997, 2004 y 2009) también ha sido becario del FONCA en el Programa de Fomento a Coinversiones Culturales en su 8ª emisión. Ha dirigido más de 50 obras de teatro, mismas que le han valido diversos premios y distinciones, como el premio Alfonso de Icaza de la Asociación de Críticos de Teatro, El Heraldo de Oro por la obra La Rosa de Oro, entre muchos otros reconocimientos. Perteneció al equipo de colaboradores del Ballet Nacional de México, ex becario del Centro Mexicano de Escritores, fue presidente fundador de la Academia Mexicana de Arte Teatral A.C. Como docente ha trabajado en el INBA, la Universidad Veracruzana, el Centro de Capacitación Cinematográfica y actualmente es profesor de tiempo completo del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Actualmente es Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Homenaje a Germán Castillo
Por José Alberto Gallardo
(Aquí mi acotación dice: suspiro reflexivo, para a continuación decir el siguiente parlamento:)
¿Qué se puede agregar sobre él?
Germán es prehistórico, sí, pero también es post-histórico.
Es un padrote del ahora. ¡Trata al hoy como si fuera su puta!
Lo mismo ha montado a Sergio Magaña que a LEGOM, lo mismo adapta poemas para montarlos, que escribe sus
propias obras originales. Germán siempre fue “un actual”, Germán es un vigente.
Germán ha trabajado con todos y a formado a todos, incluidos unos cuantos de los habitamos esta mesa. Y el que
esté libre de pecado que lance la primera lección. Comparte con Héctor Mendoza -su maestro- la sagacidad de su
enseñanza y la calidad de sus preceptos. Es otro de los grandes y pocos maestros que se escriben con mayúsculas.
Sabe cómo conducir y estallar talentos. Y sabe también disuadir a quienes no gozan de ellos, al menos en esta
rama.
Germán Castillo fue y es mi maestro.
Lo mejor que me ha enseñado, no ocurrió en el aula, sino a posteriori, en varias de las cantinas que hemos
frecuentado. O en varias de las noches que hemos departido con sendas botellas de vino tinto hasta que los labios
se nos pintaron de morado y las palabras se confundieron con sabios balbuceos. Y en esa bohemia, lo mismo me
ilustraba sobre escena, sobre colegas, sobre sus siguientes proyectos (los cuales siempre me apetecían, siempre
me intrigaban, a los cuales siempre busco y recurro).
En esas tertulias he recibido enseñanza del él durante más de una década y sin pagar ni un solo centavo. Me salí
con la mía. Soy un privilegiado. Me ha salvado en más de una docena de veces; me ha reparado el oficio y me ha
zurcido el pecho cuando más lo pedía.
El mismo me dijo hace poco: (imita a Germán.) Hijo, es que yo escribo hablando. soy un ser oral. Y casi de inmediato
me puse a escribir lo que él iba diciendo. Y así es. Escuchar a Germán Castillo es, con mucho, una experiencia
transformadora, su pensamiento es intrincado, inquisidor, epifánico.
No cualquiera se sale con la suya cuando hay que discutir con él, es un ajedrez viviente. Su sapiencia siempre se
mezcla con su humor corrosivo. Es común a ciertos personajes de Shakespeare, porque su comedia expresa una
verdad tan honda y profunda, que sólo puedo compartirse de modo sardónico. Es un pendenciero poético.
Es un dinosaurio y es un androide.
Se sabe atemporal, porque es un creador ininterrumpido. Y ese es el mayor adjetivo al que puedo aspirar un
Hacedor Poético: él no dejar de crear. Contracorriente. Aun contra las modas, la salud, los avatares de vida, los
reveses institucionales, los accidentes en escena, los recortes presupuestales, las guerras intestinas del teatro. Él
permanece. El cansancio jamás le ha llegado a mermar ni la inspiración ni el arte, Germán es un atleta pensante.
Porque Germán lo ha hecho y visto todo:
La caída del muro del Berlín, pero también la caída de la cuarta pared.
Hizo vivir a personajes y ahora a personemas.
Ha realizado obras en corrales y obras con robóticas.
Ha estado en Bellas Artes y en el derrumbado Teatro Arcos Caracol.
Sigue creyendo que el teatro incide en lo social. Es, en el fondo, un guerrillero que predica con Escena.
Él jugó con Fo, con Alarcón, con Shakespeare en su paleta, pero también con Efraín Huerta, Pacheco y José Gorostiza.
Es un hombre de ambos mundos. Es Europa y es América. Así es su teatro.
De dimensiones colosales, pero también de pequeño formato. Intimo o épico.
Volvió a actores primerizo en hoy Primeros Actores y hoy hace de sus estudiantes: actores en ciernes. Hoy los vuelve
necesario Futuro.
Transita desde los clásicos, al teatro de verso, llega hasta la narrativa dramática, revira con obras hechas cual
conferencias dramáticas que prefiguran en mucho la posdramaticidad actual y a la que se anticipó al menos un
lustro en nuestro país y sin hacer tanta algarabía.
Cuánto me cansa rememorar todo lo hecho por él, la memoria se me fatiga, se me agotan los libros y él sigue
campante.
¿Qué le queda por hacer a Germán?
Uno diría nada.
A Germán Castillo
por Carlos Corona
Cuando tenía 17 años llegué al Núcleo de Estudios Teatrales (NET) con unos cuantos talleres de teatro a cuestas y con las ínfulas propias de un adolescente.
Tomé un taller de actuación con el maestro Germán Castillo. Recuerdo haber sido vapuleado por su ojo crítico, su ingenio mordaz y su voz firme. No pasó mas de un par de meses cuando decidí, de manera cobarde, abandonar el taller.
Sin embargo esa experiencia me abrió los ojos, y terminó por afianzar en mi la idea de querer dedicarme al teatro, mostrándome con toda claridad la necesidad de prepararme de una manera más formal.
Fue entonces que decidí estudiar en la Facultad Filosofía y Letras la carrera de Literatura Dramática y Teatro. Fue justo ahí donde me volví a encontrar con Germán Castillo. Fue en mi tercer año de carrera. Yo tenía atorada la espina de haber abandonado su taller en el NET, así que me acerqué a él en un pasillo y le pedí permiso de volver a ser su alumno. Él me miró, pareció recordarme y aceptó.
Cabe mencionar que las cosas fueron mejor para mí en esa segunda oportunidad de estudiar con el maestro Castillo, y no porque las vapuleadas cesaran, sino porque supe sacar mejor provecho de ellas.
Después de eso fui su asistente de dirección por casi tres años, periodo que valoro como mi verdadera escuela de dirección.
Germán había recibido en comodato, por parte del Instituto Mexicano del Seguro Social, la administración del teatro Isabela Corona, en Tlatelolco.
Fue entonces que me invitó a participar en dicho proyecto como su asistente, como actor e incluso programó un par de proyectos míos como director.
Tengo mucho que recordar y agradecer de esa época.
Por ejemplo, cuando estábamos ensayando una divertida versión de Lisístrata y alguien interrumpió el ensayo para comunicarnos que habían asesinado a Colosio. Un actor le preguntó a Germán: “¿Qué va a pasar con el estreno?” a lo que él contesto con gracia y sapiencia: “Deja tú el estreno, ¿Qué va a pasar con el país?”
Al final, la obra se estrenó e incluso en una de las escenas se podía escuchar la tristemente celebre canción de “La Culebra”.
Otra anécdota que deseo compartir, ocurrió cuando hicimos el montaje de Yerma de Federico García Lorca.
Recuerdo su imponente escenografía (diseñada por el mismo Germán); constaba de tres puentes de metal, enormes, que subían y bajaban de nivel; una gigantesca red de mecate, de la cual colgarían: un marido asesinado, lavanderas cachondas y hasta un cristo excitado.
El diseño también pedía un hueco en el proscenio, donde sería la casa de Yerma. Germán estaba pegando manta con yeso a una de las paredes del hueco; voltio a verme y me dijo: “El director siempre debe hacer algo de la escenografía con sus propias manos” Debo admitir que es una costumbre que desde entonces adopté. Ahí entendí que para hacer teatro hay que estar dispuesto a ensuciarse las manos.
Con Germán tuve mi primera temporada de 100 representaciones. Con él descubrí el orgullo de ser Licenciado por la UNAM. Entendí la responsabilidad de hacer teatro en México. Juntos hicimos comedia como un proyecto de Seguridad Social para el ISSSTE. Marchamos a la cámara de diputados para defender el teatro nacional. Soñamos con una Academia Mexicana de Arte Teatral. Gracias a él me sentí por primera vez parte de un gremio.
En todos estos años ha sido mi maestro, mi director, mi sinodal, mi productor, mi colega, mi compañero de lucha, mi consejero, mi camarada.
De Germán, el Maestro, aprendí a no rendirme.
De Germán, el Director, aprendí la diferencia entre “teatrito” y ARTE TEATRAL.
De Germán, el Escenográfo, aprendí la delicadeza del metal y la aspereza de la piel
De Germán, el Poeta, aprendí el gusto por Lorca, Usigli, Magaña.
De Germán, el Gestor, aprendí que el teatro es un derecho, no un lujo.
De Germán, el Sibarita, aprendí el gusto por comer en una buena cantina.
Pero más importante: de Germán, el Amigo, aprendí la lealtad.
Muchas felicidades Germán, por siempre mi maestro.
12 de julio de 2015
Notas:
https://www.milenio.com/cultura/German-Castillo_0_556144409.html
Video de homenaje producción de El Milagro:
https://www.youtube.com/watch?v=I1Y0stNHxRg